
diciembre 4, 2025
Zulma Herrera, empresaria del sector minero, advierte que la productividad alcanzará niveles históricos en 2025, aunque la industria podría estar en un punto crítico si la falta de exploración y permisos persiste.
La minería mexicana llega al cierre del año entre señales mixtas: récord operativo y freno en la inversión. Según la Cámara Minera de México (Camimex), en 2024 el valor de la producción minero-metalúrgica ascendió a 312,461 millones de pesos, un incremento de 19.6%.
En paralelo, la inversión extranjera directa retrocedió 56.3% y cientos de trámites ambientales quedaron sin resolución. El contraste —alta productividad con baja certidumbre regulatoria— dibuja un sector que avanza con fuerza, pero cuya capacidad de expansión futura sigue bajo presión.
El año cerró como un ejercicio de madurez forzada. La minería mexicana creció 1.3% de acuerdo con el PIB, y la industria reflejó este comportamiento con avances productivos impulsados por precios internacionales favorables, más que por un crecimiento estructural.
“El sector minero atravesó un año complejo. Las compañías obtuvieron valor histórico de sus operaciones, aunque enfrentaron dificultades para proyectar a futuro. Para el siguiente año se anticipan niveles de productividad sin precedentes, acompañados de horizontes de crecimiento cada vez más limitados”, explica Zulma Herrera, empresaria e inversionista en el sector minero.
Crecer bajo presión
La inversión del sector alcanzó 5 mil millones de dólares, apenas 2.3% más que en 2023. Este crecimiento moderado reveló una estrategia de contención: las compañías destinaron sus recursos a ampliar yacimientos activos, mientras la exploración retrocedió 11.5% interanual, su nivel más bajo de los últimos años.
“La causa principal resulta evidente. Trámites en espera de resolución, que representan millones de dólares en inversión potencial y miles de empleos directos que, por ahora, existen únicamente en el papel”, agrega Herrera.
También están las demandas sociales y ambientales, que dejaron de ser un complemento para convertirse en un filtro determinante. Las compañías están destinando más recursos a medir su impacto, fortalecer programas comunitarios y adoptar tecnologías que reduzcan su huella.
El panorama hacia 2026
El mercado ya abrió la puerta: transición energética, relocalización industrial y la creciente demanda de minerales estratégicos —cobre, litio, zinc, plata— colocan a México como productor y eslabón crítico en cadenas globales que buscan proveedores confiables y cercanos.
“La oportunidad está en capturar valor desde la exploración, el desarrollo de proveedores, la innovación tecnológica y la sostenibilidad operativa. Si el país logra alinear tiempos regulatorios con ventanas de mercado, atraer capital para nuevos proyectos y reactivar la exploración, la minería puede convertirse en un motor de inversión y empleo en los próximos años” remata Herrera.











